Trinidad Imposible y Crisis de la Unión Europea: Lecciones para el gobierno de Humala

sábado, 30 de junio de 2012


La crisis en la Unión Europea (UE) empeora. Hay el riesgo de disgregación. Si Italia y España abandonan el euro, Portugal y Francia harían lo mismo. Esto ocurriría según Paul Krugman «si no hay un cambio en la política monetaria y fiscal en el bloque». En este escenario también saldría Alemania. Esto quiere decir que el rescate a la banca española no resuelve los problemas reales. La solución –dice el nobel-- tiene que ver con el abandono de la actual política fiscal de austeridad por otra que favorezca el crecimiento.

La crisis de la UE como crisis política

La situación que describe Krugman es una clara manifestación del «trilema político de la economía mundial» de Rodrik y que desarrolla en su reciente libro The Globalization Paradox: Democracy and the future of the World Economy. Según este trilema la mundialización económica (o la globalización), el Estado-Nación y la democracia política, son tres objetivos que no se pueden alcanzar simultáneamente. Se puede aspirar a conseguir como máximo dos de los tres objetivos, pero es imposible alcanzar los tres simultáneamente. La trinidad es imposible.



La democracia es compatible con la soberanía nacional únicamente cuando los Estados-Nación son capaces de limitar la globalización. De otro lado, una profunda integración a la economía mundial conservando los Estado-Nación, implica abandonar la democracia, porque obliga a eliminar los costos de transacción en el comercio y las finanzas, y a desmantelar todos los estándares regulatorios. Mantener un Estado-Nación receptivo a las necesidades de la economía mundial, es posible solo a expensas de la democracia y de los objetivos sociales y políticos «nacionales». Finalmente, la opción por la democracia y la mundialización, implica abandonar la soberanía nacional. Pero el alineamiento de las políticas democráticas con el objetivo de mercados globales o integrados, no es posible a escala mundial y ni siquiera a escala continental. El ejemplo –dice Rodrik-- es la crisis de la UE.

Lo que revela la crisis europea –otra de cuyas manifestaciones es la aparición de movimientos políticos nacionales contrarios a los programas de recortes presupuestales—, es que la integración económica no podía avanzar sin una profunda integración política. No tuvieron ni parece que van a tener una autoridad fiscal común, que era otro paso importante hacia esta integración. Los países de la UE renunciaron a la aplicación de políticas monetarias independientes, pero continuaron aplicando sus propias políticas fiscales y presupuestarias. La pérdida de soberanía monetaria está demostrando que no era compatible con la democracia por lo menos en esta etapa de la integración.  En plena crisis, los países de la UE --España y Grecia, por ejemplo--, no tienen acceso automático a un «prestamista de última instancia».

La globalización y el gobierno de Humala

Humala llegó al poder con un plan y una Hoja de Ruta que reivindicaban la soberanía e independencia en el diseño y aplicación de las políticas económicas. Esto implicaba abandonar el modelo neoliberal. El discurso del candidato Humala era nacionalista en el contexto de la actual globalización económica, porque se ubicaba nítidamente en la opción del fortalecimiento de la democracia y de la autodeterminación nacional. El nacionalismo preconizado por Humala rechazaba, por lo tanto, la globalización neoliberal; estaba claramente en contra de la eliminación de los estándares regulatorios en los servicios públicos, en el mercado de trabajo, en el movimiento internacional de capitales, en el comercio y en las finanzas. El Estado, en este discurso nacionalista, no podía ser obligado a seguir pautas internacionales que entran en conflicto con los objetivos internos; no podía ser obligado, por ejemplo, a renunciar a algo de democracia y a algo de soberanía nacional en aras del objetivo de la globalización. El logro de la «trinidad» es imposible.

El presidente Humala, luego de ratificar en puestos clave del gobierno a connotados representantes del neoliberalismo, «abandonó» su discurso nacionalista y fue persuadido de que en el mundo globalizado actual, todo capital rechazado en un país, se va a otro. Ahora parece creer que la volatilidad de las inversiones extranjeras y de las exportaciones, hace imposible optar por la estabilidad laboral, por el uso del salario mínimo como instrumento de la política de ingresos, o por un tipo de cambio estable y competitivo que exige controles a los movimientos de capitales. Esta carrera desregulatoria es la que practicaron los gobiernos neoliberales, desde el «fujimorismo» hasta el «alanismo»,  para supuestamente retener al capital extranjero en las actividades extractivas y rentistas, descuidando el desarrollo de los mercados internos.

A modo de conclusión

El actual escenario internacional de crisis constituye una oportunidad para recuperar el discurso nacionalista, optando por la autodeterminación nacional y la democracia, y limitando la globalización neoliberal. Este es el camino para cumplir con el compromiso de la gran transformación social, política y económica, cuyo objetivo es culminar la construcción de la nación y endogenizar el desarrollo del país en el marco de una economía abierta.


Publicado en el diario La Primera, el sábado 30 de junio.

La crítica a la concepción neoliberal de la crisis internacional

domingo, 24 de junio de 2012

Mario Vargas Llosa, en su artículo Las ficciones malignas, acusó a Paul Krugman de haber «contribuido a acelerar la fuga de capitales» al anunciar la posibilidad de un «corralito» en la economía española, y, poniéndose por encima del nobel de economía, nos endosó su concepción de la crisis. Dijo: hay crisis porque «los países gastaron más de lo que tenían», porque «construyeron Estados benefactores ejemplarmente generosos pero incapaces de financiar». Así, para el neoliberal Vargas Llosa la crisis europea actual no es otra cosa que el resultado del «fracaso del Estado». 

Sobre las interpretaciones de la crisis internacional

Hace poco un economista partidario del modelo neoliberal asumió la defensa de Paul Krugman. La lógica de su defensa, fue como sigue:  1) la creación del Euro –en 1999- estimuló la inversión del centro de la eurozona en su periferia; 2) la disminución de las tasas de interés en los años siguientes (por ejemplo, la tasa de la FED bajó de 6% en enero de 2001 a 1% en junio de 2003), dio lugar a un boom inmobiliario;  3) el auge económico originado por las bajas tasas de interés, mejoró las cuentas fiscales y redujo la deuda pública como porcentaje del PBI, excepto en Portugal y Grecia; 4) la burbuja inmobiliaria revienta con la subida de las tasas de interés (por ejemplo, la FED subió su tasa hasta alcanzar un máximo de 5.25% en el 2007), produciendo quiebras bancarias y recesión; 5) el rescate de los bancos, el subsidio al desempleo y la recesión aumentan el gasto público y, por lo tanto, el déficit fiscal; y, 6) el mayor déficit aumenta la deuda pública como porcentaje del PBI e induce a los inversionistas a exigir tasas de interés más altas para adquirir bonos soberanos; esto genera más déficit y, por lo tanto, más deuda respecto al PBI; y, el círculo vicioso continúa. Nuestro esmerado economista concluye entonces que el déficit fiscal «fue una consecuencia, no una causa, de la crisis europea».

El lector se habrá dado cuenta que es imposible identificar la causa de la crisis en este razonamiento. ¿Será la creación del Euro? ¿Serán las bajas o las altas tasas de interés? ¿Serán los bancos centrales que bajaron las tasas y provocaron el boom inmobiliario? ¿Será el subsidio al desempleo? 

Para defender a Krugman basta con citar a Krugman. En su libro The Conscience of a Liberal, Krugman dice que en el período que va de mediados de los cuarentas a mediados de los setentas, mejoró notablemente la distribución del ingreso dando lugar a un período sin precedentes de prosperidad. Este fue el período del Golden Age del capitalismo, caracterizado por aumentos de productividad que impulsaban el incremento de los salarios, lo que a su vez estimulaba el crecimiento de la demanda y del empleo. A este crecimiento le seguía el aumento de la inversión que daba lugar a mayores aumentos de la productividad y a nuevas mejoras salariales, generando así –lo que Palley y Krugman llaman-- un «círculo virtuoso keynesiano».

Para estos autores, entonces, el origen de la crisis tiene que ver con el fin de este círculo virtuoso, es decir, con el modelo neoliberal que se impuso en todo el mundo con la elección de Margaret Thatcher en 1979, de Ronald Reagan en 1980 y la generalización de las políticas del Consenso de Washington desde 1989 con el patrocinio del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Las políticas neoliberales destronaron el papel motor de los salarios reales en el crecimiento de la demanda al desconectarlos de los aumentos de la productividad, y acrecentaron la desigualdad en la distribución de los ingresos. Según Krugman la desigualdad aumentó hasta alcanzar los niveles registrados en los años veintes y treintas del siglo pasado; y, el resultado fue la generación de insuficiencia estructural demanda efectiva.

Endeudamiento como motor del crecimiento de la demanda

La insuficiencia de demanda se neutralizó, dependiendo de la situación de cada país, con déficits fiscales, con la reducción del ahorro privado personal para aumentar la demanda de consumo, y con el aumento de la inversión productiva que seguía al incremento de la demanda agregada. La caída del ahorro se transformó rápidamente en desahorro debido al estancamiento de los sueldos y salarios reales, dando lugar a la expansión del endeudamiento. El neoliberalismo desmanteló todos los estándares regulatorios y, –como señala Palley--, convirtió al endeudamiento y a la inflación de los activos financieros en motor del crecimiento de la demanda.

Las innovaciones financieras alentaron la expansión de los créditos hipotecarios y de las deudas soberanas en un entorno desregulado y de bajas tasas de interés. Se elevaron los ratios de deuda privada respecto a los ingresos de las familias y de la deuda pública respecto al PBI, hasta hacerse insostenibles. Es claro que el creciente endeudamiento privado y público neutralizó la insuficiencia de demanda, en distintos momentos y con distintos énfasis en Estados Unidos y Europa, y, cuando las deudas se hicieron insostenibles, terminaron, en ambos casos, en recesión y crisis bancarias.

A modo de conclusión

La crisis internacional es entonces la crisis del modelo neoliberal; y, no un fenómeno puramente financiero. Por lo tanto, su solución supone abandonar el modelo neoliberal; eliminar el endeudamiento como motor del crecimiento de la demanda y restablecer el papel de los salarios y de los mercados internos.


Publicado en el diario La Primera,  el 24 de junio.

Concentración en Olmos: Otra muestra del extractivismo Humalista

sábado, 16 de junio de 2012


A Walter Sencia y Rudecindo Puma, muertos en la protesta legítima de Espinar

Las instituciones políticas y económicas se refuerzan mutuamente, generando un círculo virtuoso –cuando son inclusivas--, o un círculo vicioso –cuando son extractivistas. Por ejemplo, las instituciones políticas extractivistas que heredamos de la colonia –instituciones que menospreciaron a la población del interior del país--, facilitaron la constitución de grupos de poder económico –o instituciones económicas basadas en la concentración de la propiedad. Por su parte la estructura de intereses de estas instituciones económicas, también influyó en la estructura política, penetrando y usufructuando de los poderes del Estado, dando lugar a un círculo vicioso que con distintos énfasis se mantiene hasta la actualidad. Ollanta Humala ha entrado a este círculo vicioso del extractivismo. Para él los integrantes de la protesta social son también «perros del hortelano».

Instituciones inclusivas en La Gran Transformación y la Hoja de Ruta

Ollanta Humala se hizo del poder con un plan y una Hoja de Ruta que reivindican la práctica democrática de gobierno, el respeto escrupuloso a la división de poderes y, la plena vigencia de los derechos civiles, sociales, políticos y humanos. Para lograr la inclusión social y mejorar la distribución de la riqueza –según la Hoja de Ruta--, el Estado debe promover el desarrollo de mercados internos, la diversificación del aparato productivo y las exportaciones con mayor procesamiento y contenido tecnológico. Ambos documentos tienen, además, como lineamientos de política, velar por una explotación, social y ambientalmente sostenible, de nuestros recursos naturales, y defender a los agricultores de las prácticas de abuso de posición de dominio y de las importaciones de productos subsidiados que compiten deslealmente con la producción doméstica. Por lo tanto, Ollanta Humala asumió el poder con la promesa escrita de propiciar un círculo virtuoso entre instituciones políticas y económicas inclusivas.

El desarrollo de mercados internos era parte importante de las instituciones económicas inclusivas que se proponía en el plan; y, por el lado de las instituciones políticas se proponía transformar el Estado para hacerlo promotor del desarrollo social y regulador de la economía de mercado. Fomentar la competencia, combatir el monopolio y el oligopolio, e impedir el retorno del latifundio, era una tarea fundamental que se le encomendaba a las instituciones políticas. La presencia de los mercados no es por si misma una garantía de las instituciones inclusivas. Si los mercados son dejados a su suerte, dice Acemoglu, pueden ser crecientemente dominados por grupos económica y políticamente poderosos, y dejar de ser inclusivos. Las instituciones económicas inclusivas requieren de mercados, pero de mercados que funcionen con reglas iguales para todos y generen oportunidades económicas para la mayoría de la gente. Los monopolios y los latifundios son contrarios a los mercados inclusivos.

Otra muestra extractivista de Ollanta Humala

Ollanta Humala acaba de permitir la reaparición del latifundio en las tierras del proyecto de irrigación de Olmos. El candidato Humala dijo que Olmos sería para los agricultores lambayecanos, prometió democratizar el acceso a la tierra y ofreció desarrollar mercados priorizando la agricultura para reducir nuestra dependencia alimentaria; pero el presidente Humala acaba de ceder Olmos al gran capital. Tres empresas se han hecho propietarias de cerca de 78% de las 38 mil hectáreas que alcanzan las tierras de Olmos. Estas empresas son: Grupo Gloria con 15 mil 600 Has; Parfen S.A., con 4 mil Has;  y, Odebrecht con 10 mil Has.

En la subasta de diciembre pasado el ejecutivo solicitó a COFIDE comprar 8 mil Has, para luego ser adjudicadas en fideicomisos a los pequeños y medianos agricultores en parcelas de 25 a 100 Has. Esta solicitud fue bloqueada por el Ministro Castilla con su negativa a respaldar la operación de COFIDE con una resolución ministerial. Pero Humala no objetó la decisión de su ministro. De otro lado, en esa subasta de diciembre se favoreció al grupo Gloria, que ahora pasa a controlar 80 mil hectáreas a nivel nacional. Para evitar el acaparamiento, la regla estipulaba que cada postor podía comprar solo en un sector de entre los tres que se pusieron en subasta; pero al Grupo Gloria se le permitió comprar en más de un sector a través de su subsidiaria CoAzúcar, y a un precio base (4,250 dólares por Ha) inferior a los que pagaron otras empresas. Por ejemplo, Angloamerican pagó 12,500 dólares por Ha. Finalmente, el 30 de mayo pasado se cerró la venta de las 38 mil Has cambiando el contrato de concesión del proyecto de irrigación para adjudicarle a Odebrecht las últimas 10 mil Has que quedaban por subastar.

A modo de conclusión

El gobierno de Humala ha dejado que la subasta siga la lógica del extractivismo favoreciendo al gran capital, en contra de los pequeños y medianos agricultores. Ha permitido que se vendan tierras que costaron cerca de 20 mil dólares por Ha, a precios mucho menores. Humala no parece entender que la inclusión social es incompatible con el desarrollo de instituciones económicas extractivistas que depredan el medio ambiente, violan la competencia en los mercados, y lucran pagando salarios bajos. Su gobierno acaba de abrir una nueva puerta a la protesta social de los productores agropecuarios, por la soberanía alimentaria, por el agua, y la producción de pequeña y mediana escala. 



Publicado el sábado 16 de junio en el diario La Primera 

Democracia, Crecimiento y la Behetría de Ollanta Humala

sábado, 9 de junio de 2012


La muerte de dos conciudadanos con la violenta represión de la protesta social en Espinar efectuada por el actual gobierno, y su decisión concertada con el poder judicial para juzgar fuera de su jurisdicción al alcalde Óscar Mollohuanca, constituyen una grave violación a los derechos humanos y al Estado de Derecho. Decidir que los supuestos delitos cometidos durante la protesta social en Cajamarca y Espinar sean tratados en los juzgados de Chiclayo e Ica, respectivamente, es anticonstitucional. El inciso 3 del artículo 139° de la Constitución vigente señala como parte del principio de observancia del debido proceso que «Ninguna persona puede ser desviada de la jurisdicción predeterminada por la ley, ni sometida a procedimiento distinto de los previamente establecidos, ni juzgada por órganos jurisdiccionales de excepción ni por comisiones especiales creadas al efecto, cualquiera sea su denominación».

La concepción del «orden y autoridad» de Ollanta Humala

Humala sabe que uno de los objetivos de La Gran Transformación es practicar la democracia garantizando la separación de poderes y la vigencia plena de los derechos civiles, sociales, políticos y humanos; restituyéndole a la política el carácter de instrumento de la justicia; e instituyendo la evaluación y control constitucional de los gobernantes. Si propusimos el cambio de la Constitución, fue precisamente para profundizar la democracia y transformar el Estado para hacerlo más descentralizado y  promotor del desarrollo y de los derechos sociales universales. Pero, Humala ahora está siguiendo la ruta del autoritarismo, de los que siempre sacrificaron la libertad y los derechos ciudadanos en el altar del orden y la autoridad.

La descalificación de la legítima protesta y su violenta represión es contraria al nacionalismo que vertebra la propuesta de La Gran Transformación. El nacionalismo fue concebido como una alternativa democrática a la gestión excluyente y autoritaria de los gobiernos neoliberales. Nos propusimos construir un Estado Nación que constituya el espacio de vigencia de la democracia y los derechos ciudadanos. Por eso, transformar el país no podía implicar sacrificar la libertad y los derechos humanos y ciudadanos.

El actual gobierno que dice seguir La Gran Transformación  está confundiendo la naturaleza del Estado de Derecho, con la consecución del orden y el supuesto respeto a la autoridad, usando la ley. La autoridad, sobre todo la autoridad pública, se logra con una conducta ajustada a la ética y al derecho, no con la represión policiaca. Por eso, no hay ejercicio democrático con el monólogo ni con la imposición. La democracia tiene sentido cuando muchos, individuos y grupos, tienen algo que decir en las decisiones que toman los gobernantes. Esto implica abandonar la vieja y retrógrada costumbre de mirar por encima del hombro a los llamados gobernados; y para que esto ocurra, la ley y las instituciones deben limitar a los gobernantes.

No hay que olvidar que cuando un gobernante concentra mucho poder, se mina los fundamentos de la democracia y del pluralismo; se renuncia a las instituciones inclusivas y se opta por el extractivismo. Las instituciones inclusivas se basan en restricciones al ejercicio del poder y en una distribución plural del poder político en la sociedad. La habilidad de un grupo de imponer su voluntad a los otros sin restricciones, amenaza al propio Estado de Derecho.

No hay crecimiento ni desarrollo con autoritarismo y sin democracia

Humala debe saber que el crecimiento económico sostenido requiere que los gobernantes respeten los derechos ciudadanos y fortalezcan la democracia. La práctica de la democracia dota de credibilidad a los gobernantes.  Hay estudios que muestran que el Estado actúa buscando su propio interés, a menos que las instituciones democráticas lo obliguen a actuar en pos del bien común. Desde esta perspectiva, los dictadores son una fuente de ineficiencia y, por lo tanto, la dictadura no está asociada a un crecimiento más acelerado.

La democracia tiene un mejor desempeño –dice Dani Rodrik-- en varias dimensiones: produce menos incertidumbre y volatilidad (con respecto a las tasas de crecimiento futuras y a las fluctuaciones macroeconómicas), presenta un mejor manejo de los shocks y produce resultados distributivos que son más deseables. Por un lado, en democracia, las políticas económicas están restringidas por las preferencias del votante mediano, por lo tanto, la probabilidad de que se produzcan resultados extremos es baja. Por otro lado, las formas institucionalizadas de participación política permiten una mayor capacidad de expresión reduciéndose la necesidad del conflicto social. Tercero, en democracia resulta más difícil excluir a los rivales políticos de los beneficios económicos, reduciéndose los incentivos a la no cooperación. Además, la democracia mejora la distribución del ingreso desde los beneficios hacia los salarios, mientras que los regímenes autoritarios transfieren ingreso desde los trabajadores hacia los empleadores.

A modo de conclusión

Es importante que Humala sepa que los regímenes democráticos favorecen el proceso de participación política, de competencia y fiscalización por parte de la ciudadanía,  e incrementan el poder de negociación de los trabajadores y de los que menos tienen. Pero también es importante que sepa que no puede haber crecimiento, ni desarrollo, con represión y ausencia de libertad. El progreso no se puede fundar en la esclavitud o la servidumbre.



Publicado en el diario La Primera, el sábado 9 de junio.

sábado, 2 de junio de 2012

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