Comercio y Crecimiento en el Perú

miércoles, 5 de enero de 2011


José Oscátegui, Prof. Dpto de Economía PUCP


Un consenso en la teoría del desarrollo es que el mercado, por sí solo, no siempre asigna eficientemente los recursos de una economía. Ese conocimiento no fue obstáculo para que, en nuestro país, durante la década del 90, apoyado por organismos multilaterales e impuesto por una dictadura, se impusiera la idea que el mercado nunca se equivoca. Esta idea es persistente y renueva su fortaleza presentando a los que señalan las debilidades y fallas del mercado como enemigos de él. En nuestro país no sólo tenemos problemas como la ausencia de integración de la población con su consecuencia de pobreza, ignorancia, etc., sino también carecemos de la infraestructura necesaria para impulsar un crecimiento sostenido. La existencia de este y otros problemas semejantes muestra las deficiencias y limitaciones del mercado.


Otro consenso es que el desarrollo solo puede lograrse con la industrialización. Este no es conocimiento reciente. Desde el siglo XVII gran parte de los escritos de los Mercantilistas contiene la propuesta de producir y exportar bienes manufacturados en vez de materias primas. Ellos se oponían a la importación de bienes suntuarios (especias de Oriente, sedas, etc.), pero no a la importación de las materias primas necesarias para la producción de manufacturas. El importar bienes de lujo, en consonancia con la visión de la época, era considerado como un gasto que, aparte de reducir el excedente para la inversión, era malo en si mismo.


Es posible afirmar que, desde comienzos del siglo XX, estos dos temas están entre los que traviesan las preocupaciones económicas en los países en desarrollo. Las soluciones propuestas tuvieron consecuencias prácticas. Las revoluciones rusa y china significaron un retiro, tanto voluntario como impuesto por Occidente, del mercado mundial por parte de estas economías. Aisladas, cada una de ellas desarrolló un acelerado y brutal proceso de inversión en la industria pesada en busca de una rápida industrialización. A la luz de la creciente incorporación de ambas economías a la economía mundial, es posible argüir que el objetivo de ambas fue lograr un espacio en el mercado mundial, diferente al que tenían hasta entonces. Sería interesante estudiar si, por ejemplo, el desarrollo asiático reciente, el de China y de todo el Sud-este asiático, hubiera sido el mismo sin la industrialización inclemente y a pasos forzados realizada por China desde 1950.


Tampoco es novedad afirmar que el comercio internacional es bueno. Sin embargo, de esto no se deduce que todos los acuerdos comerciales sean buenos. El comercio es bueno...pero en el mundo no existe libre comercio. El TLC con EEUU, por ejemplo, no ha mostrado para nosotros, hasta ahora, ninguna de las ventajas ofrecidas por sus propugnadores ni en términos de empleo, ni de inversiones, ni siquiera en términos de resultados de la balanza comercial.


EEUU incluyó en el tratado un tema no comercial pero muy importante para ellos, como es el de la propiedad intelectual y, al mismo tiempo, excluyó un tema comercial central, muy importante para nosotros, como es el de la migración o la movilidad de la fuerza de trabajo. Además, el tema de la protección a las inversiones, debido a que no hay inversiones peruanas en EEUU equivalentes a las que ellos tienen el nuestro país, y a que Perú (a diferencia de ellos) ofrece un trato nacional a las inversiones extranjeras, los beneficia a ellos más que a nosotros.


Hace menos de un mes, el 23 de Diciembre, en su página Editorial, el New York Times informaba que China aunque prometía vigilar el cumplimiento de la ley de patentes, violaba los derechos legales sobre libros, patentes y secretos comerciales mucho más que antes, y que China veía la apropiación de las innovaciones extranjeras como la mezcla de política adecuada para desarrollar su propia tecnología. En esto, China no se diferencia de EEUU y de los países actualmente desarrollados, pues en su momento ellos tampoco respetaron las patentes y la propiedad intelectual.


Pero sí es necesaria la regulación del mercado. También es necesaria la acción decidida del Estado para crear mercados, asegurando la construcción de infraestructura, así como el más amplio desarrollo de un mercado de capitales, y educación y salud de calidad para el conjunto de la población. La existencia de un Estado robusto y capaz es condición necesaria para el buen funcionamiento del mercado.


Pero tampoco es una solución la apertura unilateral. Los acuerdos comerciales regionales tipo CAN y MERCOSUR, deben tener prioridad sobre los TLC’s firmados hasta ahora. Considerando los cuatro países de la CAN: Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú tenemos un mercado con una población conjunta de más de 90 millones de personas. Teniendo en cuenta esta prioridad, los TLC’s deben ser revisados para hacerlos compatibles vía la renegociación.


La política arancelaria y para-arancelaria no debe ser descartada, pero no puede ser la más importante. El apoyo a la industria significa resolver los principales problemas que la han constreñido:
a)la baja productividad y el pequeño tamaño del mercado.
b)la pequeñez del mercado de capitales y la escasez de estos
c)la pobre calidad del sistema educativo y las deficientes condiciones de salud de la población.

Nada de lo anterior es posible sin una Reforma Tributaria que eleve la presión tributaria hasta, por lo menos, 18% del PBI y permita al Estado contar con los recursos suficientes. No debe permitirse la evasión ni la acumulación de deuda tributaria. Tampoco debe aceptarse el sistema del “óbolo” instaurado por el actual gobierno, que seguramente es uno de los menos honestos de nuestra historia. Es indispensable el cobro de un impuesto a las sobreganancias mineras.

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