¿Por qué nuestro PBI no caerá en 3% o más este año?

lunes, 31 de agosto de 2009


Juergen Schuldt

Mientras hace diez meses el gobierno estimaba un crecimiento del 6% de nuestra economía para el 2009, Waldo Mendoza avizoraba una tasa de 0%. Poco a poco las instancias oficiales se han ido acercando a este último dato y es probable que en diciembre coincidirán con el cero. Será por eso que siempre los mejores pronósticos económicos se hacen expost.

Pero lo que nos interesará aquí es ¿por qué nuestra tasa no es aún menor, digamos del -3%? Dados los tremendos impactos que la crisis internacional ha tenido sobre nuestra economía, la cifra debería ser claramente negativa, aunque quizás no tanto como en México o Chile. Al margen de la caída de nuestras exportaciones y el endeble desempeño de la inversión privada y pública, la respuesta creemos que radica en dos factores ignorados que han permitido mantener el flujo del consumo privado agregado. La presencia de una especie de ‘efecto retén’, típico de condiciones recesivas, en que los consumidores –cuando menos inicialmente- se niegan a ajustar plenamente su consumo presente a su ingreso permanente. Pero el factor esencial radica en el hecho de que las familias de bajos y medianos ingresos modifican sus patrones de consumo, según una ingeniosa hipótesis planteada por Rodolfo Cermeño (*).

Lo que este economista nos decía hace buen tiempo es que en periodos de recesión, cuando se comprime la masa de ingresos de la mayoría de la población, ésta procede a sustituir el tipo de bienes y servicios que consume. En esas condiciones, a diferencia de los auges económicos en que tiende a consumir bienes ‘superiores’ a medida que aumenta su ingreso real, pasa a comprar bienes ‘inferiores’. Recurren a sus sastres y zapateros para remendar lo desgastado; regresan a la autoconstrucción; dejan los restaurantes, prefiriendo a las vianderas, sus casas o los huariques; del azúcar blanca vuelven a la rubia; del aceite vegetal, pasan al animal; del arroz empaquetado al de granel; de las marcas auténticas a las bambeadas; del Tico a la combi; de lo ‘fino’ a lo útil; de lo elegante a lo simple.

Ese cambio en el gasto tiene efectos inmediatos sobre el empleo y los ingresos que, gracias a ello, no decrecen o no lo hacen tanto como la magnitud del shock externo haría esperar. Porque resulta que los que producen los bienes ‘inferiores’ son las micro, pequeñas y medianas empresas, que también son las que los comercializan. Y ellas son las más intensivas en fuerza de trabajo e insumos locales. Con ello los ingresos circulan copiosamente entre las capas de bajos y medianos ingresos, que se compran y venden entre sí, circuito que los sostiene –cierto que a duras penas- en esta fase de descenso económico del sector ‘moderno’ de la economía. En pocas palabras, las recesiones paradójicamente pueden estimular la producción doméstica, el comercio y los servicios de los sectores ‘informales’ del país, tanto en Lima, como especialmente en provincias. En tal sentido las PYMES tienden a convertirse en un sostén dinámico para que la demanda efectiva no se caiga tanto como uno podría esperar por efecto de la crisis. Es decir, nuestra economía no se está cayendo tanto como otras, gracias a la presencia de un enorme sector informal. Aunque usted no lo crea.


(*) Ver: R. Cermeño, “Caída del Ingreso Real, Recesión del Sector Moderno y Expansión del Sector Informal: un Enfoque Microeconómico”, en Economía, PUCP, vol. 10, no. 20, 1987; pp. 73-99.

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