Mutaciones de la crisis financiera internacional

domingo, 5 de abril de 2009


Germán Alarco Tosoni
Investigador Principal CENTRUM Católica
Las proyecciones del producto bruto interno (PBI) para el 2009, especialmente estadounidense (EE.UU.), son cada vez más negativas. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el PBI crecería 0.1% respecto del cierre del 2008 (2/10/2008), luego se pasó a -0.7% en noviembre del 2008 (6/11/2008), posteriormente a -1.6% (FMI, 28/1/2009) y a partir de mediados de marzo la proyección fue del -2.6% (FMI, 19/3/2009). Esta semana la OCDE (31/3/2009) señaló que la caída sería del -4%, que implicaría una menor producción de US$ 570,584 millones, 4.8 veces el producto que generamos anualmente todos los peruanos. Esta crisis ha reducido el valor de mercado del patrimonio de las empresas norteamericanas en US$ 8’331,018 millones (al 1/4/2009), como resultado de la crisis del mercado de valores en curso.
No vamos a discutir porque se modifican continuamente las proyecciones económicas. La futurología es una actividad difícil y riesgosa en las actuales circunstancias. La convicción de la mayoría de los economistas es que todavía no hemos llegado al fondo del túnel. La crisis es como un virus que tiene un ciclo reproductivo que termina en la liberación (cuando sale de la célula huésped). Sin embargo, pueden perjudicar a la célula del organismo donde se aloja hasta, en el peor de los casos, destruirla. Asimismo, tienen genes y evolucionan por selección natural. Esto implica que algunas características de nueva aparición se pueden transmitir de generación en generación (Wikipedia, 2009). La crisis actual tuvo una taxonomía particular hasta el tercer trimestre del 2008, de ahí y hasta ahora tiene otra. Hacia delante, pueden configurarse, diversos procesos y etapas, donde destacan la deflación y el caos sistémico.
Hasta antes del tercer trimestre del 2008 la crisis para los países desarrollados se caracterizó por mostrar un alto precio de las materias primas y el petróleo, elevadas tasas de inflación, tipos de interés estables, dólar americano débil respecto de un euro fuerte, bajas tasas de crecimiento económico que perfilaron una clara situación de estanflación. A partir del tercer trimestre del 2008 y hasta ahora se observa un fuerte descenso del precio de las materias primas y del petróleo, caída de las tasas de inflación, dólar fuerte y euro y libra esterlina muy débiles, descenso generalizado de las tasas de interés y ahora, tasas de crecimiento sensiblemente negativas.
La deflación es el proceso extremo que sigue luego de una recesión, cuando la demanda agregada es menor que la oferta, generando que los precios comiencen a reducirse. Este fenómeno se asocia, en el mejor de los casos, a situaciones de estancamiento productivo (crecimiento cero). Para el hombre de la calle, la deflación puede parecer una circunstancia positiva. Sin embargo, es muy negativa, creando un círculo vicioso donde los consumidores postergan sus decisiones de compra (esperando que los precios caigan más), las empresas reducen sus planes de producción, la contratación de mano de obra e insumos son menores y se generan ingresos más reducidos. Por otra parte, se eleva el valor real de las deudas de las familias y de las empresas, de forma tal que éstos deben reducir sus niveles de gasto corriente y demanda (para pagar a los acreedores), con el consiguiente efecto de una menor producción de bienes y servicios.
Es difícil pensar en la deflación cuando se aplica una política monetaria y fiscal anticíclica, pero puede ocurrir que sean como los antibióticos a los virus, sin efecto alguno. La deflación se inicia cuando la incertidumbre es mayúscula. En estas circunstancias la demanda de dinero por motivo precaución crece mucho. Las familias y las empresas mantienen mucho dinero y gastan menos. Se produce la trampa de la liquidez y las tasas de interés efectivas no se reducen, neutralizando la política monetaria. Los menores niveles de gasto pueden compensar el mayor gasto del gobierno y en ciertas circunstancias conduciéndolo a un balance negativo. El gobierno gasta más, pero los ciudadanos y los negocios compran menos.
El salto de la deflación al caos sistémico estaría marcado por el proceso de pérdida de hegemonía del dólar americano, que puede ser conducido por las fuerzas del mercado y/o inducido por decisiones de política, como cuando en la última semana de marzo el gobernador del banco central chino planteó la necesidad de crear una nueva moneda de reserva internacional que éste a cargo del FMI. En la ruta del mercado, ya no es cierta la hipótesis de que las posibilidades de financiamiento del déficit público norteamericano, a través de la emisión de bonos del tesoro, son ilimitadas. La menor entrada de capitales internacionales hacia los EE.UU. serían causa y efecto de una menor demanda por la divisa norteamericana, que debilitaría al dólar americano y colocaría límites a la expansión de la oferta de dinero.
En este escenario, las políticas monetarias y fiscales en EE.UU. inyectarían demanda agregada que generarían presiones para depreciar el dólar americano respecto de otras monedas, presiones inflacionarias y/o de elevación de los tipos de interés de mercado. De éstas, las dos últimas generarían impactos negativos en la demanda y producción, generando un escenario de estanflación. Frente a este panorama, los otros países podrían repudiar al dólar americano y al mismo tiempo harían frente a la depreciación de esa moneda mediante procesos naturales o inducidos de depreciación en sus respectivas monedas nacionales, inaugurando un proceso de devaluaciones competitivas para hacer frente a la pérdida de competitividad. De ahí, al igual que con la deflación generalizada, hay un paso para la reanudación intensificada del proteccionismo, afectando los flujos comerciales y financieros, y el producto mundial.
No vamos a discutir los alcances de la reunión del Grupo de los Veinte (G-20) de esta semana. Sin embargo, es claro que se va a necesitar una conferencia internacional incluyente. En esta ocasión, la lista de actores relevantes y temas debe ser muy amplia. No sólo se debe hablar de las materias comerciales y financieras concretas. La sostenibilidad del sistema en el largo plazo está en juego. Hay que discutir sobre el rol de los mercados y del Estado, de ética global y de los límites en la actuación de los privados, hay que establecer acciones concretas para redistribuir la riqueza y el bienestar mundial, incorporar la problemática del medio ambiente, tratar los viejos temas del desarrollo que competen a los países pobres, entre otros.

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