Escaramuza entre ortodoxos

lunes, 6 de octubre de 2008


Jürgen Schuldt
Economista Universidad del Pacífico

Fuente: La República, octubre 5, 2008


Quienes han determinado las políticas macroeconómicas y las "reformas estructurales", sobre todo desde 1990, han sido los economistas injusta o despectivamente denominados "neoliberales". Ellos han dado la pauta del "pensamiento único", sustentado en el necesariamente simplón recetario del "Consenso de Washington", aderezado con algunos ajustes ad hoc.

Estos economistas del "pensamiento único" sanearon exitosamente las cuentas macroeconómicas gracias a la bonanza externa en un principio, a costa de fenomenales desequilibrios sociopolíticos internos. Curiosamente, sin embargo, en el transcurso del último mes se ha abierto una notoria brecha tripartita al interior de este grupo técnico, tradicionalmente tan unido ideológicamente.

De un lado están los ortodoxos más religiosos, quienes –desde el MEF– pretenden afrontar la turbulencia mundial con ajustes clásicamente fondomonetaristas, desacelerando el crédito interno y el gasto público para encoger la demanda interna y evitar a toda costa la inflación, por más que el presidente del Banco Central de Reserva (BCR) haya dicho que en octubre la inflación sería cero. Las consecuencias de este esquema son conocidas: menor crecimiento y mayor desigualdad-desempleo-subempleo.

De un segundo lado del espectro convencional están quienes dicen que no hay que hacer nada porque la crisis internacional resolverá los problemas por sí sola. Según estos autores la estabilización que proponen los primeros sería un "frenazo que terminaría en un frentazo".

Cito textualmente a unos pocos de los muchos que opinan así, sin nombrarlos (a fin de evitar esas muy limeñas susceptibilidades). Escuchémoslos: "El origen de esta coyuntura es importado. (…) Pero el crecimiento productivo basado en la inversión, así como la solidez del sistema financiero, se ha mantenido intacto. El efecto de la crisis internacional sobre el crecimiento lo empezaremos a sentir en los próximos meses. Escenario nada recomendable para seguir una 'receta de enfriamiento' al estilo del FMI". Y, añade un tercero, "da la impresión de que se le ha pasado la mano (en el ajuste), (cuando el MEF) debería concentrarse en eso (se refiere a 'mejorar radicalmente la calidad del gasto')".

Un tercer enfoque viene dado por una ortodoxia paradójicamente heterodoxa, cocinada en el BCR. En enero impuso un control de capitales de corto plazo muy exitoso, a la par que ha ido aumentando la tasa de interés de referencia, aunque aún muy tímidamente. Mal hizo, sin embargo, en malgastar casi US$ 2,500 millones de nuestras reservas durante los últimos 30 días para "evitar la volatilidad" y que el precio del dólar exceda la 'barrera sicológica' de los tres soles. Bien pudieron inyectar unos mil millones para evitar los vaivenes, pero dejando que el sol se devalúe leve y gradualmente, llevándolo a 3.05 o 3.10 por dólar, con lo que también habrían contribuido a defender espuriamente a la industria y beneficiado a los exportadores no tradicionales, a cambio de alguito más de ingresos tributarios.

Según la última encuesta del BCR, los pronósticos de los expertos señalan que el tipo de cambio se ubicará en S/. 2.85 por dólar a fines de año. Pero, como se desprende de una proyección de la Balanza de Pagos, llegamos a la conclusión de que el ritmo del flujo de dólares que ingresará será menor al que ingresará al país. ¿Cómo así?:

Uno: las exportaciones crecerán menos de lo esperado, en precio y volumen. Dos: las importaciones seguirán creciendo a todo vapor hasta fin de año, jalonadas por el crecimiento económico del 9%. Tres: las utilidades de las empresas extranjeras saldrán a un mayor ritmo y las reinversiones disminuirán. Cuatro: las remesas de nuestros emigrantes disminuirán paulatinamente. Cinco: los desembolsos por créditos de largo plazo del extranjero prácticamente se congelarán, mientras que su amortización podría adelantarse. Seis: la inversión extranjera directa no vendrá al ritmo de catarata que esperaba el gobierno. Con lo que, si tenemos suerte, festejaríamos el Año Nuevo con un tipo de cambio de 3.20 soles por dólar, a no ser que el BCR quiera seguir "escupiendo contra el cielo" (a ese respecto, con el respeto debido, mi tierna abuelita me inculcó este principio algo más pedagógicamente: "nunca mees contra el viento").

En ese menjunje de planteamientos y políticas, en que se observa que las instituciones rectoras de la política económica parecen estar entrando en trompo, falta un aspecto esencial, cuando menos: dada la emergencia, que no permite realizar una reforma tributaria integral, se debería aumentar los impuestos directos y el ISC a los bienes de lujo, cobrarles regalías a todas las mineras, entre otros (como van las cosas, el impuesto a las sobreganancias sería jugoso en vistas de la expectativa que la onza de oro se dispare más allá de los US$ 1.000)

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