Crecimiento y Política Económica

sábado, 28 de julio de 2007

Balance del Primer año del Gobierno de Alan García:

Crecimiento y Política Económica

Félix Jiménez

Economista Ph. D.

Profesor Principal de la PUCP

Balance del Primer año del Gobierno de Alan García:

Crecimiento y Política Económica

Félix Jiménez

Economista Ph. D.

Profesor Principal de la PUCP

“The idea of a self-adjusting market implied a stark utopia”

Kart Polanyi

“I don’t understand why the most important deity is the increase of gross domestic product. It is not about GDP. It is about the quality of life, and that is something else”

Vaclav Havel

Las cifras de pobreza publicadas recientemente revelan, con absoluta claridad, que el crecimiento económico está exacerbando la desconexión de la economía urbana con la población rural, de la economía de la costa con la población de la sierra y de la selva. No hay reducción significativa de la pobreza en las zonas rurales ni en las regiones de la sierra y la selva (véase Cuadro 1). En el año que lleva el actual gobierno no se han producido cambios en este modo de crecer. La comparación de las tasas de variación del empleo por ciudades y en empresas de 10 y más trabajadores, del período Enero-Mayo 2006/2007 con las registradas en el período de Junio 2005 a Junio 2006, muestra que la tendencia y composición de su crecimiento se mantienen. El incremento del empleo sigue respondiendo fundamentalmente al dinamismo de las actividades extractivas, como la agricultura y la minería, y de la agroindustria orientada a la exportación (véase Cuadro 2).


En consecuencia, el modo de crecer sigue siendo primario exportador, pro mercado internacional, pro urbano y contrario al desarrollo del mercado interno, del sector rural y de la sierra y selva del país. El gobierno de Alan García no está enfrentando los grandes problemas del país. El primero, la pobreza y, consecuentemente, la insuficiencia de empleos e ingresos «decentes», es decir, las condiciones precarias de vida en la que vive la inmensa mayoría de la población. El segundo, el estilo de crecimiento y las restricciones que enfrenta para autosostenerse o ser viable a largo plazo. Y, el tercero, la desarticulación sectorial y la creación de mercados internos, mediante el uso autónomo de las políticas económicas.


Inversión, crecimiento y desequilibrio externo

Desde el año 2006 el crecimiento del PBI (8%) se explica fundamentalmente por el crecimiento de la demanda interna y, el de esta última, por la inversión privada. Más precisamente, la inversión privada y el consumo privado explican el 57.5% y el 55.0% del crecimiento del PBI, respectivamente; y, por primera vez después de cerca de diez años de crecimiento exportador, la demanda externa neta registra una «contribución» negativa de -27.2%, es decir, en lugar de aportar, reduce el crecimiento del PBI en esa magnitud. La contribución de las exportaciones fue de apenas 0.9%; esto contrasta notablemente con la cifra de 46.9% que corresponde a su aporte al crecimiento del PBI del año 2005.

El mismo patrón de crecimiento descrito se repite en el primer trimestre del año 2007. El consumo privado y la inversión privada explican el 69.6% y el 65.1% del crecimiento del producto, respectivamente. Lo que destaca, sin embargo, es el aumento, en valor absoluto, de la «contribución negativa» de la demanda externa neta, que ahora es de -36.4%. La contribución de las exportaciones es de sólo 2.7% (véase Cuadro 3).


Este comportamiento no cambia cuando se analiza la contribución al crecimiento del PBI nominal de los componentes de la demanda interna y externa. En el año 2005 la demanda externa neta explica el 31.9% del crecimiento del PBI nominal. Este porcentaje baja a 25.0% en el año 2006 y a sólo 2.7% en el primer trimestre del año 2007. Asimismo, la tendencia de la contribución de las exportaciones es notoriamente decreciente: 58.7% en el 2005; 46.1% en el 2006; y, 32.8% en el primer trimestre del año 2007 (véase Cuadro 4). Estos datos revelan que durante todo el primer año del gobierno de Alan García la cuenta corriente de la balanza de pagos, en términos reales, se ha hecho más deficitaria. De otro lado, la tendencia a una clara disminución del superávit nominal de la balanza comercial de bienes y servicios, ya ha generado un déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos del primer trimestre de este año, equivalente a -0.3% del PBI (véase Tabla 99 de la Nota semanal No 28 del 20 de julio).


¿Será transitoria la desaceleración del crecimiento de las exportaciones? ¿Surgirán nuevos proyectos en la minería tradicional o en otras actividades que impulsarán el crecimiento de las exportaciones a tasas que superen el aumento del producto por lo menos en los próximos cinco años y no en los próximos diez, como lo fue en el pasado reciente? No se puede responder a estas preguntas en forma taxativa. Sin embargo, si se toma en cuenta, por un lado, el escenario internacional y la apuesta que hizo este gobierno por la firma del TLC con Estados Unidos --una economía cuyo crecimiento de largo plazo es incierto-- y, por otro lado, el crecimiento de las importaciones a tasas que casi duplican el aumento del PBI, podríamos afirmar que, si las exportaciones no se recuperan de manera significativa o caen los términos de intercambio, el desequilibrio externo acompañará la gestión del gobierno actual.

Podrá decirse que, ante el debilitamiento de la demanda externa, la demanda interna sostendrá el crecimiento del PBI impulsada fundamentalmente por la inversión privada. Esta última, como se sabe, está creciendo, desde el año 2006 y en lo que va del año, a tasas cercanas al 20%. Hay que recordar que también al inicio del primer gobierno de Alan García, en los años 1986 y 1987, la inversión privada creció a tasas altas, mucho más altas que las que se registran actualmente: 38.8% y 26.7%, respectivamente. Lo que ocurrió después ya lo sabemos.

Es absolutamente claro que existe una correlación positiva entre las tasas de crecimiento de la inversión y del PBI (véase Gráfico). Pero, en realidad no es esta correlación, ni la magnitud de la tasa de crecimiento de la inversión, ni su tamaño relativo respecto al PBI, las que importan para discernir sobre la sostenibilidad del crecimiento a largo plazo. Lo que importa es la actividad o actividades económicas a las que se dirige esta inversión.


En efecto, durante los años de desarrollo industrial, es decir, de la construcción de capacidad productiva industrial, la inversión en Maquinaria y Equipo crece sistemáticamente. En el año 1954 representaba el 32.3% de la inversión bruta fija total y alcanza su máximo de 55.0% en el año 1974. Por lo tanto, durante todo este período, la participación de la inversión en construcción, decrece. En los años de crisis y de aplicación de las políticas neoliberales, la inversión total crece fundamentalmente impulsada por la inversión en construcción; por lo tanto, su composición cambia a favor de esta última. La creación de capacidad productiva mediante la inversión en Maquinaria y Equipo pierde importancia relativa no sólo porque las inversiones se dirigen básicamente a actividades minero extractivas, sino también porque las políticas que acompañan al crecimiento son contrarias al desarrollo del mercado interno.

En consecuencia, los choques externos favorables (buenos términos de intercambio) y/o el sector construcción, son los que impulsan el crecimiento y explican el ciclo del PBI, desde la década de los años ochenta. Lo poco que queda de manufactura no primaria después de la desindustrialización neoliberal, alcanza rápidamente los límites de capacidad cuando la demanda externa neta le «cede» el liderazgo del crecimiento económico a la demanda interna. La tasa de utilización de la capacidad instalada de la manufactura no primaria ha aumentado de 65.5% en el 2004 a 80% en mayo del presente año. Por otro lado, entre diciembre de 2004 y junio de 2007, los créditos bancarios totales aumentaron en 70.2%: de US$ 11 013 millones a US$ 18 741 millones.

Según el Banco Central de Reserva, el crecimiento del PBI de 7.6 durante el primer semestre del año se explicaría por el «avance de diversos sectores productivos, sobre todo por el crecimiento de la construcción». ¿Acelerará, el «boom» del crédito la reducción de la brecha de la producción no primaria hasta generar presiones inflacionarias antes del término del segundo año de gobierno de Alan García y poner, así, en aprietos al directorio del Banco Central? No es fácil responder a esta pregunta sin información acerca de la magnitud de los aumentos en la capacidad de producción de la manufactura no primaria. Sin embargo, lo que sí podemos afirmar es que la historia reciente de nuestro país muestra que el tipo de crecimiento descrito involucra ciclos de corta longitud que no hacen más que aumentar la volatilidad del PBI. Por otro lado, como mostraremos más adelante, las políticas macroeconómicas no han contribuido a sentar las bases para sostener el crecimiento por largos períodos.

Las políticas monetaria y fiscal

Las políticas económicas, y no sólo las condiciones iniciales, pueden acelerar o retardar el crecimiento económico. A partir de este convencimiento evaluamos lo que ocurrió durante el gobierno de Toledo, destacando, en primer lugar, la adopción de un nuevo esquema institucional de política monetaria que redujo las tasas de interés y recuperó el tipo de cambio real; en segundo lugar, la implementación del programa de creadores de mercado de deuda pública interna y de un programa de reperfilamiento de la deuda, que permitieron prepagar sustituyendo deuda externa por interna, alargar la vida media de la deuda pública y reducir el porcentaje de deuda pública a PBI. Con ello se contribuyó a la sostenibilidad de las cuentas fiscales, reduciendo los riesgos de refinanciamiento y de mercado (cambiario y de tasas de interés); al desarrollo del mercado de capitales en soles; y, a la desdolarización del mercado financiero. No fue posible, sin embargo, introducir una regla fiscal contra cíclica y una «regla de oro» para la inversión pública que hubiera permitido, mediante inversiones en infraestructura, expandir y desarrollar mercados internos. Y, menos, ciertamente, fue posible introducir una reforma tributaria integral basada más en impuestos directos que en indirectos.

Este gobierno insiste en la política fiscal pro-cíclica; mantiene casi estancado el Fondo de Estabilización Fiscal (no llega ni al 0.5% del PBI) sin previsión para la fase recesiva del ciclo; no tiene un plan de inversiones públicas en infraestructura económica y social, con un objetivo de «ocupación del territorio» y desarrollo de mercados internos; y, lo que es peor, se ha renunciado a una auténtica reforma tributaria optando por el «óbolo» y los impuestos anti-técnicos. Pero, donde más destaca su carácter retrógrado, es en los cambios contraproducentes introducidos en la política monetaria. Mencionemos sólo algunos, para no repetir lo que ya mencionamos en otro artículo publicado en el primer número de esta revista.

En primer lugar, se ha acentuado las expectativas apreciatorias de nuestra moneda con las recurrentes declaraciones del presidente del directorio del Banco Central a favor de una mayor flotación del tipo de cambio. Si bien no se ha producido todavía una caída del tipo de cambio real (por las compras de dólares, en magnitudes notables, efectuadas por el Banco Central), las recientes presiones inflacionarias junto a la reducción de la brecha de la producción no primaria pueden conspirar contra su estabilidad. Considérese, además, que ya se registra desde el año 2006 una disminución de los volúmenes de nuestras exportaciones y que puede ser acentuada por la apreciación de la moneda local, alentada por la autoridad monetaria.

En segundo lugar, el actual directorio del Banco Central ha aumentado la remuneración al encaje en moneda extranjera de 2.5% a 3.25%, en tres armadas. De esta manera ha «premiado» --sin razón técnica alguna-- a los bancos comerciales con algo más de US$ 22 millones, por los dólares que están obligados a depositar en las bóvedas de la autoridad monetaria. Esta medida puede estimular la dolarización de los depósitos y/o de los créditos, aumentando la vulnerabilidad financiera de la economía, en lugar de reducirla.

En tercer lugar, la disminución de la meta inflacionaria a 2% y de sus límites inferior y superior a 1% y 3% respectivamente, erosiona la credibilidad del Banco Central. Con una inflación de 1.91% en lo que va del año, no habría sido necesario aumentar la tasa de interés interbancaria de 4.5% a 4.75% de haberse mantenido la meta de inflación de 2.5% y sus límites de 1.5% y 3.5%. El directorio del Banco Central le ha hecho «autogol» a su institución, afectando su reputación. Por otro lado, como era de esperarse, el impacto del incremento en la tasa interbancaria fue inmediato en el mercado de capitales: las tasas de interés de los bonos de mediano y largo plazo subieron entre 11 y 13 puntos básicos, antes de que el MEF colocara su bono de 30 años a una tasa de 6.9% para prepagar la deuda del Club de París. ¿Cuánto se hubiera ahorrado el fisco si la operación hubiera sido coordinada por el ministro de economía y el presidente del directorio del BCRP?

Conclusiones

Como habrá advertido el lector, el primer año de gobierno ha transcurrido sin «cambio responsable» alguno. Por el contrario, no hubo «piloto automático» en la economía, sino algunos «cambios contraproducentes», sobre todo en materia de política macroeconómica, cuyos efectos son todavía impredecibles.

El país necesita expandir y desarrollar sus mercados internos para sostener el crecimiento de largo plazo y, también, para sostener la ruta exportadora. Para ello es importante que el Estado contribuya a eliminar las restricciones de mercado y de financiamiento que enfrenta la inversión privada nacional. Este es el único modo de integrar a todos los peruanos, de conectar la economía con la geografía y la demografía del país, resolviendo los problemas de pobreza, subempleo y exclusión social. Pero también, es el único modo de construir una economía social de mercado abierta al mundo.

Para eliminar la restricción de mercado debe adoptarse un plan de infraestructura que incluya carreteras interoceánicas, vías longitudinales y transversales, aeropuertos regionales, puertos, electrificación, canales de riego, etc., pero con una perspectiva de «integración nacional» y de solución de las disparidades regionales. Y, para eliminar la restricción de financiamiento hay que fortalecer el mercado doméstico de capitales en soles, modificando o adecuando el marco regulatorio de la CONASEV y de las AFP, para que, entre otras cosas, las pequeñas y medianas empresas tengan acceso a financiamiento de mediano y largo plazos a tasas mucho más bajas que las que obtienen actualmente.

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